domingo, agosto 02, 2009
Calle Melville
Mi calle tiene el nombre de un hombre que escribió sobre la furia de una ballena blanca. No pasa un día sin que los bomberos, la policía, los reporteros del New York Post, o una ambulancia, tumben la puerta de una de las casas.
Todomundo sabe que en Nueva York los bomberos no duermen. Responden emergencias, cerrando calles, para abrirle una lata de pollo marítimo, TUNA!!!, a una viejita salvadoreña que vive con una especie de felino que nunca aprendió a cagar en su cajita; destapan inodoros encontrando miembros de Barbies en las tuberías, alguna vez una mano humana y zurda; ayudan a sacar el agua de un sótano inundado de repente por los lambones aguaceros de las demanding tormentas del Verano.
La policía tampoco descansa. Los días de semana hace redadas recogiendo teenagers usual suspects de haber agarrado una Uzi en la calle Taylor disparando mil quinientos cuarenta y tres balas: una, con iniciativa, encontró abrigo en el pecho de un mensajero de Fedex. Los sábados y domingos son dedicados a los matrimonios, a la festiva violencia familiar.
Los demócratas, sean ateos o gays, saben que a los reporteros del New York Post les gusta el value of shock. No fueron 37 puñaladas nada, fueron una docena menos.
Ocho ambulancias hacen filas esperando al agraciado con el ataque de pánico a las 3 de la madrugada; en el Laundromat se desmaya una boricua interdiario; se rompió el brazo del latino Benjamín Compson con su cara de huevo; cinco embarazadas mexicanas parirán a la misma hora.
Los hidrantes se abren refrescando los tobillos de los carteros, los cuerpos de muchachitas reguetoneras y jóvenes étnicos. Aqui la violencia dejó de ser italiana, no es un Sonny Corleone entrándole a patá al hijo de la gran puta de su cuñado, es la sangre de un bodeguero caribeño que en un wet t-shirt nota por primera vez el tamaño de los senos de su hija que apenas antes de ayer montaba velocípedos. El agua en los contenes arrastra tarjetas de llamadas, conconetes y mariachis.
Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 506, y en el 2000 también. No puedo dejar de escuchar en mi mente la voz de Goyeneche acompañada de cualquier sea el nombre del instrumento que toca Piazzolla.
En el Bronx vivimos mucha gente fea, pero más dispuestas a venderte un riñón que cualquier comemierda de downtown Manhattan. Las guaguas dejan dos sillas de ruedas en cada parada, cada esquina es un manicomio, gracias a la Recesión en el zoológico están despidiendo osos bipolares. Y, sin embargo, varias veces intenté alejarme de la alegría líquida del hidrante. Imposible. Debes recordar que yo soy un hombre soltero de 40 años que quiso ser el hermoso hijo ilegítimo de Fela Kuti con Grace Jones, and home, with anyone who wants; pero me duele mucho la espalda, odio las tormentas eléctricas, temo un cáncer en los testículos, y paso mis domingos viendo películas en blanco y negro.
Picture by Stephen Shames.
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