sábado, septiembre 05, 2009

Why Century 21?

Después de caminar por media hora pasando los mismos letreros, acepté que estaba perdido. Gracias a mi sentido de dirección, sólo igualado por el de Moisés que pasó cuarenta años siguiendo una nube con forma de pollo horneado, Oye una vaina Moisé, ya pasamo por eta duna como cien vece te digo, hice de una distancia de tres esquinas un laberinto digno de Dédalus.

Recorrí varias veces los alrededores del hoyazo de Ground Cero sin pensar en las torres gemelas y sin encontrar a Century 21.

Mientras trabajaba en el Bronx no me importaba la condición de mis zapatos, aquí es diferente. Todomundo tiene zapatos nuevos, y mis pies se sentían como gemelas quinceañeras pobres vestidas con harapos del siglo pasado en un baile de lindos jóvenes ricos que buscan novias.

Me daba tristeza tener que cambiarlos. Dos años y medio conmigo, pisando charcos, nieve, mierda. Pero los tacos estaban bien gastados en los lados, el estigma de los gambaos, los cordones estaban perdiendo el pellejo negro, y las puntas hacia arriba te hacían pensar en las Mil y Una Noches.

¿Por qué Century 21? Aunque en Nueva York hay una tienda cada dos pasos, yo sólo he visitado Century 21. Mi hermano me llevó a la de Brooklyn, bajándome del avión, y yo soy monógamo. Además, por comprar un par de zapatos Florsheim de 49.95, te regalan unos tenis Diesel y todas las medias deportivas blancas que consumas durante un año.

Salí de la tienda con la placentera sensación de haberme robado algo. Crucé al parquecito cerca sentándome en un banco debajo del reloj. Saqué los zapatos nuevos de la funda, rompí etiquetas, entré cordones. Me quité a mis viejos amigos y, después de ponerme los nuevos, me paré y los dejé caer en el zafacón acompañados de par de lágrimas. Me alejé sin mirar atrás, con una nueva forma de caminar tal vez un poco indiscreta, los tacos sonaban demasiado contra el cemento. Deseé que el próximo homeless que hurgue en el zafacón calce 8.

De mi Papá heredé mi estatura, thanks; heredé mi calvicie, thank you very much; heredé la costumbre de ponerme las cosas tan pronto las compro. No dejes para mañana lo que puedas usar hoy, era una de sus frases testudine et facie.
¿Por qué Papá?
Porque te puede matar un carro o un policía darte un tiro al salir de la tienda y tú sin haber estrenado lo que compraste.

En la parada del Subway de Wall Street los trenes 4 y 5 pasan cada 3 minutos. Esto no evita que cada vagón vaya lleno por lo menos hasta la 86. Y es que la diarrea de humanos trabajando en el Distrito Financiero no mengua hasta después de las 7. Eso sin contar los turistas, usualmente españoles, que vienen a tirarse fotos frente a la iglesia y agarrándole los testículos al toro de Wall Street.

Odio, odio, a los individuos que se creen dueños del Subway. Se sientan ocupando más de un espacio. No me refiero a los obesos, con sus culos de 5 dólares pagando 2 y medio, si no a los que andan con bultos, carteras, fundas, y los colocan al lado como si también el objeto ha pagado pasaje. Pero más odio a los que ni siquiera esa excusa tienen. Ven el vagón atiborrao de gente y abren las piernas en sus asientos como si fueran a parir 7 hienas.

"Sorry", dije sin sentirlo tirándome arriba de la fucking doña que se tuvo que mover un poco. Me miró con lo que en Quisqueya la bella conocemos como "Tirria", echó un chuípiti al aire y continuó leyendo "Rayo de Luz en Cristo", su libro de oraciones diarias.

En el Subway de Nueva York se lee mucho, mucha mierda. Siempre hay alguien de arriba para abajo ostentando una edición obscena de Angels and Demons y/o The Da Vinci Code, no te olvides fuck you Paulo Coelho. Muchos romances con Fabio de portada. Muchas revistas de chismes sobre la chusma de Hollywood. A veces aparecen muchachas pelirrojas leyendo a Cheever, y uno maldice ya ser un hombre desecho que no tiene el derecho de quedarse con ellas en la 86.

This is... Brooklyn Bridge... City Hall...

"This go Lesintón?", me pregunta una señora, el esposo mira para todos lados; si por él hubiese sido cruzan el ferry hacia Staten Island antes de preguntar.
"Sí, ¿pa dónde uté va?"
"Ay qué bueno que usted habla español, vamos para la 51."
"Bueno, siga en ete hata Grand Central, y ahí se cambia al 6."
"Pero podemos subirnos al 6 ahora mismo", rebuznó el esposo.
"Pueden, pero van a llegar a la 51 pasado mañana, que el 6 e local y ete e epré", les digo, sintiéndome un verdadero New Yorker.
"Muchísimas gracias", me dice la mujer, el hombre hace que lee un anuncio sobre hongos en los pies.

"I would've never thought you are latino", dice una mujer de hermosos ojos verdes, tal vez diseñados para los locos. Se acerca y, como diría el mejor poeta dominicano, por suerte para la poesía, hiede a pasta de dientes, hiede a miao de gato. "Why Century 21?", pregunta mirando la funda.

This is... 86th street... En esta parada se bajan todas las mujeres bonitas.

A medida que el tren sube hacia el Bronx la calidad de la ropa baja. Pocos estudiantes. Pocos jóvenes cargando instrumentos musicales. Muchas botas amarillas. Somos africanos. Somos chinos. Somos caribeños. Somos pobres. Nuestra esperanza no está en nuestros hijos, dejaron la escuela y ahora duermen todo el día. Nuestra esperanza está en una combinación de 5 números dichosos en el Mega Million que este viernes tiene 333 millones de dólares. Pasar la semana soñando sólo cuesta un dólar. You never know.

This is... 149th street... Grand Concourse... Me paro y le doy mi asiento a una preñada que entra.
"¿Y poi que tú le da ei asiento a ella y a mí no?", pregunta una cibaeña que venía parada desde Union Square.
"Porque ella ta embarazada", digo a viva voz, esperando el merecido reconocimiento público donde por fin podré agradecer a mi dulce Mamá el no haber abortado.
"Yo no estoy preñada nada", dice la mujer ahora sentada, uniendo su ira a la de la parada.
"I'm sorry", digo, sin saber por qué me disculpo. I miss my shoes, they were waterproof.


Picture by Matthew Powell.





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