jueves, febrero 25, 2010
Massimiliano Sforzi by Flann O'Brien (translation)
Todo esto es también a propósito. Mi punto real es que hoy celebramos el quinto centenario de Massimiliano Sforzi, doyen florentino de los dentistas medievales. Compinche de da Vinci y Miguel Ángel, confidente de Cellini, arquitecto de cloacas de los Medici, él era ingeniero, fabricante de pelotas, violinista, consultor de alcantarillas, pintor, cercador, escultor, dentista, barbero, cirujano, herbalista, bon-vivant, pionero del drenaje arterial, tenor, boxeador, y cualquier cosa más que usted pueda pensar. Él inventó, perfeccionó, y se llevó a la tumba, una ciencia extraordinaria que le permitía remover dientes, repararlos, y ponerlos para atrás de nuevo. Los viejos archivos demuestran que el proceso era bastante indoloro, y que los dientes eran reasentados en las encías con una precisión que engañaba al ojo.
Era inútil ir donde Sforzi y quejarse de un simple dolor de diente. El lote completo tenía que salir, y eran colocados para atrás solamente cuando cada defecto, no importa lo invisible e insospechado, había sido detectado y remediado. La clase alta tenía todos sus dientes extraídos anualmente para limpieza, como una cuestión de buena crianza e higiene- algunos excéntricos semanalmente. Personas excéntricas con sus animales llevaban sus caballos, perros y gatos para un desdentado periódico en los viejos talleres en la Piazza dello Pidocchio, y partían sin pensarlo con honorarios salvajes. Ya sea que uno fuera una dama, un libertino o un bayo castrado, ser visto ocasionalmente edentato por un día era reconocido como un signo de alta alcurnia.
A Contretemps
Los archivos cuentan de un extraño asunto ocurrido hacia el final de la vida del maestro. Él había pasado un día ocupado en su chirurgia. Al caer la noche había removido de hombre y bestia un total de algunos 2000 colmillos, cada boca separada arreglada en bandejas numeradas sobre una vasta mesa. Él se retiro entonces por el fin de semana hacia la villa de su amigo Lorenzo, donde, parece, Miguel Ángel y da Vinci habían planificado un cuatro. El domingo la desordenada caseria, mucho peor por el vino, entró en la cirugía y se embarcó en borrachas operaciones de barrer. Lo que pasó puede muy bien ser imaginado. Ahí se fue la mesa, y para abajo sobre el suelo sucio cayeron los dientes como una lluvia de pesado granizo. Viendo lo que había hecho, la ramera se metió en miedo y llamó a su esposo y a sus hijos. Los cuatro se pusieron a trabajar, y después de varias horas tenían las bandejas de nuevo sobre la mesa, con una justa selección de dientes en cada una. Tu verdadero florentino todavía relatará la secuela como si hubiese pasado el otro día. Las versiones pueden diferir, pero el mismo absurdo dénouement es encontrado en cada una. Cosas muy extrañas fueron vistas el día siguiente. Una bailarina de the follies, saludando a un viejo general, se asombró al encontrar a sus propios marfiles deslumbrantes centelleándole embrujadoramente debajo de los bigotes marciales. Un ídolo de matinée involuntariamente confrontó a sus admiradores con una boca llena de planos oblongos amarillos que habían evidentemente en sus tiempos masticado innumerables cantidades de heno seco. Un amante de caballos de raza, abriendo las mandíbulas de un enérgico Árabe para evaluar su edad, se asombró al encontrar el inconfundible gruñido de su rica tía.
El viejo Sforzi quiso pasar la cosa como una broma, pero sobre su cabeza cayeron muchas maldiciones, emitidas distorsionadamente a través de dientes extranjeros. Él murió pronto después de esto, algunos dicen que de un corazón roto.
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