sábado, marzo 05, 2011
The Bubble (Part II)
Imagino que todomundo se dio cuenta, pero, preocupados por los precios de la canasta alimenticia en República Dominicana, no se detuvieron a admirar la poco sutil transformación de Miguel, en menos de tres meses parecía más dominicano que muchos de nosotros. Compró los mismos tshirts estrechos de mis tíos y primos, Armani Exchange, y despreciaba las tortillas por el arroz con habichuelas. Creo que tomó la decisión, inconsciente of course, en el baby shower de una de mis primas. Son tres hermanas que toman turno para salir preñadas.
-Alo, ¿Yary?
-Dime Yeny.
-No salga preñá que me toca a mí.
-Bueno, gritate tarde, ya Yoly se te fue alante.
Un chin chin sobre los baby showers dominicanos. Contrario a las reglas establecidas en los códices de Etiqueta y Protocolo, estos empiezan después de las 6 de la tarde, hasta la preñada bebe, discretamente, no somos locos, y usualmente acaban con una patrulla de policía tocando la puerta a las 6 de la mañana. Por cierto, la preñada de ocho meses protagonista del baby shower fue la mujer elegida por Miguel para demostrar que en México todavía quedan caballeros. Se paraba a buscarle cerveza. Se paraba a buscarle dos muslos, ¿tres?, de pollo acompañados por tostones espadas de plátano entero. Se paraba a buscarle sal. Se paraba a buscarle servilletas. Se paraba a buscarle limón. Se paraba a pedirle al tío iPod que pusiera a Marco Antonio Solís, esta Navidad, sin ti, dedicado con respetuoso cariño a la linda Yoly. Creo que esa noche, tal vez por primera vez, Miguel se sintió feliz en Nueva York.
Tres, con Miguel son tres los hombres conocidos por mí que se han juntado con una mujer con una barriga de ocho meses, quita o toma. Los primeros dos fueron ex novias, the ones that got away, abandonadas por un hijo de la gran puta, una amenaza latente, pero Miguel tuvo suerte, paternidad anónima.
Durante todo el Otoño, y respetando mi sueño de los fines de semana, mi tía contrató hombres sin permisos albañiles para arreglar las dos habitaciones promesas de 1,000 dólares más al mes. Trabajaron lentamente, terminaron con la primera nieve. Una noche de tormenta, mi tía, una rareza, me llama al pasillo. Este es Abel, otro mexicano sin papeles que trabaja desabollando carros cuando aparece un picoteo, le acabo de alquilar la habitación que pega paredes con la tuya. Fíjate que todo lo que posee en este mundo, materialmente hablando, cabe en una funda de plástico negra. Por favor, no te quedes mirando mucho los tres dientes de oro en su sonrisa lástima. Espera. No tendrás que esperar mucho. Esta misma noche, Abel tocará tu puerta.
-Sí, pues mande, pues eso, ¿me podría prestar unas calcetas? Es que las mías están mojadas.
-¿Calcetas?
-Sí, pues mande, pues eso, calcetines.
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