jueves, septiembre 13, 2012
The Hero as a Priest, Thomas Carlyle
Nuestro presente discurso será del Gran Hombre como Sacerdote. Nos hemos esforzado repetidamente para explicar que todas las clases de Héroes son intrinsicamente del mismo material; que dado una gran alma, abierta al Divino Significado de la Vida, entonces es dado un hombre apto para hablar de esto, cantar de esto, luchar y trabajar por esto, en una gran, victoriosa y duradera manera; es dado un Héroe, cuya forma exterior dependerá del tiempo y del entorno en el que se encuentre. El Sacerdote, también, es un tipo de Profeta; en él también es requerido que sea una luz de inspiración, como debemos nombrarlo. Él preside sobre la adoración de la gente; es el Unificador de ellos con lo Santo invisible. Él es el Capitán espiritual de la gente; como el Profeta es su Rey espiritual con muchos capitanes: él los guía hacia el cielo, por dirección sabia a través de esta Tierra y su trabajo. El ideal de él es, que él también sea lo que podemos llamar una voz del Cielo invisible; interpretando, como lo hizo el Profeta, y en una manera más familiar desplegando lo mismo a los hombres. El Cielo invisible, el "Secreto Abierto del Universo", ¡para el cual tan pocos tienen ojo! Él es el Profeta esquilado de su más terrible esplendor; quemando con leve y estable resplandor, como el iluminador de la vida diaria. Esto, digo, es el ideal del Sacerdote. Así en los tiempos antiguos; así en estos, y en todos los tiempos. Uno sabe muy bien que, reduciendo ideales a la práctica, gran latitud de tolerancia es necesaria; muy grande. Pero un Sacerdote que no es esto en absoluto, que ya no apunta o trata ser esto, es un individuo del cual mejor no hablar en este lugar.
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