sábado, marzo 15, 2014
Poe and De Quincey
Tal vez alguien sin sentido del humor alguna vez ha
pensado que a Poe no le gustaba De Quincey. Y es que Poe, en “Cómo Escribir un
Artículo para la Revista Blackwood,” escribió:
“Entonces tuvimos las ‘Confesiones de un Comedor de Opio’ —bien,
¡muy
bien!—gloriosa imaginación—filosofía
profunda especulación aguda—bastante de
fuego y furia, y una buena condimentación de lo decididamente ininteligible.
Eso fue un agradable pedacito de tontería, y bajó por las gargantas de las
gentes deliciosamente. Lo tendrían que Coleridge escribió ese papel—pero
no fue así. Fue compuesto por mi babuino mascota, Junípero…”
Ese alguien seguro que no fue Chesterton. Chesterton, en “La Era Victoriana
en Literatura,” escribió sobre De Quincey y de paso menciona a Poe:
“Pero es difícil conectar a De Quincey con nada.
De Quincey hubiese sido un hombre más feliz, y casi ciertamente un mejor
hombre, si se hubiese emborrachado en lugar de ponerse calmado y claro (como él
mismo describe) en opio, y con no compañía pero un libro de metafísica alemana.
Pero él difícilmente hubiese revelado esas maravillosas vistas y perspectivas
de prosa, las cuales permiten a uno llamarlo el primero y más poderoso de los
decadentes: esas oraciones que se alargan como pasillos de pesadilla, o suben
más alto y más alto como imposibles pagodas orientales… él ha arrojado una
sombra gigante en nuestra literatura, y era ciertamente un genio como Poe.
También tenía humor, que Poe no tenía. Y si alguien todavía dolido por los
pinchazos de Wilde o Whistler quiere condenarlos de plagio por sus epigramas ‘arte
por arte’—encontrará
la mayoría de lo que ellos dijeron mejor
dicho en Asesinato como Una de las Bellas Artes.”
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